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LA AEMA extrae importantes lecciones sobre el uso de la cautela en la formulación de políticas




Copenhague, 10 de enero de 2002

Se han extraído doce lecciones clave para la toma de decisiones, de un análisis innovador realizado por la Agencia Europea de Medio Ambiente en torno a una serie de casos –desde el deterioro de la capa de ozono causado por los CFC hasta la epidemia de las “vacas locas”– en los que las políticas públicas se formularon sobre una base de incertidumbre científica o cambios imprevistos, o bien en los que se ignoraron riesgos evidentes para la salud y el medio ambiente.

El nuevo informe que publica hoy la AEMA: Late lessons from early warnings: the precautionery principle 1896-2000 (Lecciones tardías de advertencias tempranas: el principio de cautela, 1896-2000), examina la forma en que los responsables políticos han aplicado –o no– el principio de cautela durante los últimos cien años a la hora de abordar una amplia gama de riesgos relacionados con la salud pública y el medio ambiente en Europa y Norteamérica.

Este informe puede contribuir a que Europa y Estados Unidos se comprendan mejor a la hora de utilizar el principio de cautela en la formulación de políticas. El debate ha estado marcado por las disputas en torno a la seguridad de las hormonas sintéticas en la carne de bovino y de las plantas y alimentos genéticamente modificados.

Según Domingo Jiménez-Beltrán, Director Ejecutivo de la AEMA, “nuestra principal conclusión es que la muy ardua tarea consistente en aumentar al máximo la innovación y, al mismo tiempo, reducir al mínimo los riesgos para las personas y sus entornos, podría llevarse a cabo con mayor éxito en el futuro si se siguiesen las 'lecciones tardías' derivadas de los historiales de los riesgos estudiados en este informe".

Los 14 casos que componen el estudio son obra de expertos en sus respectivos campos y ofrecen numerosos ejemplos en los que la pasividad de los reguladores ha tenido consecuencias graves e imprevistas para la salud humana y el medio ambiente, o bien en los que se ignoraron advertencias tempranas, e incluso advertencias "tardías y a voz en cuello", sobre determinados problemas.

Las consecuencias van desde la muerte de miles de personas debido al mesotelioma causado por el amianto hasta la sobreexplotación y el posterior agotamiento de los bancos pesqueros de Canadá, California y Escocia, que tuvieron un impacto devastador sobre las comunidades locales.


Entre las doce "lecciones tardías" extraídas de los casos figuran las siguientes:

Ser realistas con respecto a la forma en que se utilizarán y eliminarán los materiales en la vida cotidiana.
No permitir que las autoridades responsables de la reglamentación estén al servicio de intereses creados.
Impedir que uno o dos materiales monopolicen el mercado –como sucedió con el amianto, los CFC y el grupo de productos químicos industriales versátiles pero nocivos, denominados PCB– desarrollando diferentes formas de satisfacer las necesidades humanas.
Asegurarse de que, al evaluar los riesgos, no sólo se utilicen los conocimientos de especialistas en la materia, sino también los conocimientos "profanos" y locales.
Realizar un seguimiento medioambiental y sanitario a largo plazo de las alertas tempranas. Poul Harremoës, profesor de Ciencias e Ingeniería Medioambientales de la Universidad Técnica de Dinamarca y presidente del equipo editorial del informe, señala:

“El uso del principio de cautela puede ofrecer ventajas más allá de la reducción de los efectos para la salud y el medio ambiente, al estimular tanto la innovación, a través de la diversidad y flexibilidad tecnológica, como la mejora de la ciencia.

“Estos casos muestran lo perjudicial y costoso que puede ser el mal uso o el desprecio del principio de cautela", continúa. "No obstante, la cautela excesiva también puede resultar onerosa en términos de oportunidades de innovación y líneas de investigación científica perdidas.

“Si se tiene más en cuenta –desde el punto de vista científico, político y económico– un cuerpo más rico de información de fuentes más diversas, la sociedad estará en condiciones de establecer en el futuro un equilibrio mejor entre las innovaciones y sus riesgos. Las doce 'lecciones tardías' derivadas de los casos podrían contribuir a conseguir este equilibrio."

El profesor Harremoës añade: “Por sí solas, ninguna de estas lecciones resolverá los dilemas que implica la toma de decisiones en situaciones de incertidumbre y alto riesgo. No acabarán con las incertidumbres ni evitarán las consecuencias de la ignorancia, pero al menos facilitarían la anticipación de impactos graves, la mejora del equilibrio entre los pros y los contras de la innovación tecnológica y la minimización de los costes de las sorpresas desagradables.”

Los casos tratan de la crisis de la EEB o de las “vacas locas", del uso de hormonas sintéticas y agentes antimicrobianos para fomentar el crecimiento de los animales de crianza, el uso de la hormona sintética y cancerígena DES para evitar los abortos espontáneos en las mujeres, la explotación excesiva de los bancos pesqueros del hemisferio norte, el uso de la radiación en medicina, del amianto, de los CFC, de los PCB y del benceno, del MTBE (un sucedáneo del plomo en la gasolina) y del estaño de tributilo (un agente antiincrustante para botes y barcos), la contaminación química de los Grandes Lagos de Norteamérica y la contaminación atmosférica causada por el dióxido de azufre.

El informe constituye un ejemplo del tipo de información que necesitan los Estados miembros de la Unión Europea y de la AEMA para encuadrar y definir políticas sensatas y eficaces que protejan el medio ambiente y contribuyan a un desarrollo sostenible. Asimismo, pretende ayudar a clarificar las definiciones de los principales términos, pues el desacuerdo en torno a tales definiciones ha agravado las dificultades intrínsecas que supone la aplicación del principio de cautela en la práctica.

El señor Jiménez-Beltrán señala: “El principio de cautela no es tan sólo una cuestión de interés para la Unión Europea: su efecto potencial en el comercio significa que su aplicación puede tener repercusiones a escala mundial. El diálogo que actualmente mantienen la UE y Estados Unidos sobre el uso y la aplicación de la cautela se ve afectado en parte por la confusión reinante acerca del significado de los términos utilizados en el debate.

“Este informe debería facilitar la comprensión común de las decisiones adoptadas en el pasado en materia de tecnologías peligrosas y, por consiguiente, esperamos, a mejorar el acuerdo trasatlántico en torno a futuras decisiones. También puede contribuir al diálogo dentro de la UE y de Estados Unidos, donde se celebran saludables debates sobre los pros y los contras de la aplicación del principio de cautela.”


Las doce "lecciones tardías" son:
  • Reconocer y responder a la ignorancia, así como a la incertidumbre y el riesgo, a la hora de evaluar las tecnologías y formular las políticas públicas.
  • Realizar un seguimiento medioambiental y sanitario suficiente a largo plazo de las advertencias tempranas.
  • Identificar y reducir los puntos ciegos y lagunas del conocimiento científico.
  • Identificar y reducir los obstáculos pluridisciplinares al aprendizaje.
  • Asegurarse de que las condiciones del mundo real se tengan en cuenta debidamente en las evaluaciones reglamentarias.
  • Examinar sistemáticamente las justificaciones y supuestas ventajas, junto con los posibles riesgos.
  • Evaluar una serie de opciones alternativas para responder a las necesidades, junto con la opción evaluada, y fomentar tecnologías más sólidas, diversas y adaptables a fin de minimizar los costes de las sorpresas y aumentar al máximo las ventajas de la innovación.
  • Asegurarse de que en la evaluación se utilicen tanto conocimientos "profanos" y locales, como conocimientos y experiencias de especialistas en la materia.
  • Tener plenamente en cuenta las hipótesis y valores de los distintos grupos sociales.
  • Mantener la independencia de las autoridades reguladoras con respecto a las partes interesadas, manteniendo al mismo tiempo un enfoque integrador para la recogida de información y opiniones.
  • Identificar y reducir los obstáculos institucionales para el aprendizaje y la acción.
  • Evitar la "parálisis por análisis", actuando para reducir los daños potenciales cuando existan motivos razonables de preocupación.


El informe y los capítulos que lo componen pueden descargarse del sitio de la AEMA en Internet http://reports.eea.eu.int/environmental_issue_report_2001_22/en.


Asimismo, pueden solicitarse ejemplares impresos.

Notas para los editores

El principio de cautela constituye un marco general de pensamiento que rige el uso de la previsión en situaciones que se caracterizan por la incertidumbre y la ignorancia, y en las que tanto la acción como la pasividad reguladoras pueden conllevar graves consecuencias.

Este principio está consagrado en el Tratado de la Unión Europea. El principal soporte de este principio radica en la Comunicación de la Comisión Europea sobre el principio de cautela, la resolución del Parlamento Europeo sobre esta Comunicación y la resolución del Consejo de Ministros de Niza sobre el principio de cautela, todas ellas publicadas en 2000.

El informe Late lessons from early warnings: the precautionery principle 1896-2000 ha sido publicado por la AEMA en forma de número 22 de Environmental Issue. También será publicado en la primavera de 2002 por Earthscan Publications Ltd. Para más información, véase http://www.earthscan.co.uk/home.htm.

Acerca de la AEMA

La Agencia Europea de Medio Ambiente tiene como objetivo apoyar el desarrollo sostenible y ayudar a conseguir una mejora significativa y cuantificable del medio ambiente europeo mediante la provisión de información actualizada, fundada, pertinente y fidedigna a los agentes encargados del diseño de políticas medioambientales y al público en general. La Agencia fue creada en 1990 mediante el Reglamento nº 1210/90 del Consejo (modificado por el Reglamento 933/1999 del Consejo) y es el pilar central de la red europea de información y observación medioambiental (EIONET), una red en la que participan alrededor de 600 organismos e institutos medioambientales de toda Europa.

Con sede en Copenhague y en funcionamiento desde 1994, la AEMA está abierta a todos los países que comparten sus objetivos y pueden participar en sus actividades. Desde el 1 de enero de 2002, la Agencia cuenta con 29 países miembros. Estos son: los 15 Estados miembros de la UE, Islandia, Noruega y Liechtenstein, que son miembros del Espacio Económico Europeo, y 11 de los 13 países de Europa Central y Oriental que son candidatos a la adhesión a la UE: Bulgaria, Chipre, República Checa, Estonia, Hungría, Letonia, Lituania, Malta, Rumania, Eslovenia y República Eslovaca. Esta participación convierte a la AEMA en el primer organismo de la UE en que ingresan los países candidatos. Se prevé que los dos países restantes –Polonia y Turquía– ratifiquen sus acuerdos de adhesión en los próximos meses, con lo que la Agencia contará con 31 países miembros.

Para más información, sírvase ponerse en contacto con:

Tony Carrit
Responsable de Relaciones con los medios de comunicación
Línea directa: (45) 33 36 71 47
Móvil: (45) 23 68 36 69
Fax: (45) 33 36 71 98
E-mail: tony.carritt@eea.eu.int
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